miércoles, 10 de agosto de 2016

Pulp Fiction


Bueno, otro as de bastos. Se conoce que yo en la brisca siempre hago lo mismo, reservo los ases para el final.


Al final es donde se gana la partida, ¿no? Pues cuantos más ases mejor.

Chico, no sé qué quieres que te cuente de Pulp Fiction que tú no sepas. Seguramente te sepas más anécdotas que yo. Que está muy guapa ya lo sabemos todos.

Que Samuel L. Jackson salía haciendo de atracador del McDowels en El Príncipe de Zamunda. Y que ahora es Nick Furia y se está forrando gracias a Mark Millar. Qué menos que invitarle a una copa, Samuel.

Que John Travolta hace un papelón en Fiebre del sábado noche, una de las películas más bonitas que he visto nunca.

Que Tarantino está un poco pillao. Me temo que con esa no te traigo noticias frescas precisamente.

Y no sé. Que mola mucho lo de las “pequeñas diferencias” y el discurso de Ezequiel de Jackson cuando está a punto de cargarse a un palomo.

Me gustaría escribíroslo de carrerilla, pero pa tanto no me llega el coco. Ya conoces uno de mis límites. ¿Asombrado?


A mi cerebro le pasa una cosa asombrosa, estoy como un poco flipado con mi cerebro. Me temo que llevo el chip de Terminator 2 o algo así. Hay algo ahí que rula a mucha velocidad pero encima tiene la elegancia de permanecer siempre en segundo plano.

Veréis, yo cuando era pequeñito fui a una academia de al lado del cole, porque mi madre sabía bien que el futuro era de los niños que sabían inglés.

Joder, este dato, tras la Crisis, me acaba de soltar unos puntos del corazón. Virgen Santa.

La cuestión es que yo aprendí ahí bien, o sea, no bilingüe, pero que me sentía yo cómodo. Pero, por alguna razón, mis habilidades para el inglés se durmieron. “No lo sabré tan bien como creía”, pensé, y seguí con mi vida.

Sin embargo, desde hace algún tiempo me pasa una cosa asombrosa.

Cuando hay algo de crucial importancia para mi en inglés lo entiendo como si fuera de Oxford, yo.

Es esto que flipo conmigo mismo como si fuese a la velocidad de la luz. Soy Neo en Matrix entendiendo que la muerte no existe y que por tanto no debemos tener ningún miedo.

Pero vamos, que a mi lo que hace Neo me parece fácil comparado con el nivel de comprensión con el inglés que tengo yo en esas circunstancias.

Mi cerebro está tan afilado que si lo toco me corto.


A mi siempre me gustaría ir a la velocidad de la luz, pero mi cerebro, que es más listo que yo, me dice “Juan, tranquilo, me temo que por muy veloz que sea tu coche seguimos metidos en un atasco. Así que, querido amigo, ¿por qué no echas el respaldo para atrás y dejas que conduzca yo?”.

Y me dedico a descansar, sabiendo que el piloto con acceso a la velocidad de la luz me transporta.

No, Google, no necesito uno de vuestros ridículos coches geoconducidos, me temo que tengo algo mil veces mejor. Y gratis.

Entiendo que la gente pague por potentes procesadores si no los tiene implantados en el cuerpo, como en Deus Ex. Pero chico, a mi me cagaron así.


¿Seré el primero de una raza robótica-humana que más que fusionar las características físicas, como tan burdamente interpreta nuestra ficción, fusionase las espirituales?

Está claro que un cuerpo humano es mejor que el de un robot. El cuerpo de robot es una mierda. No, no, Honda, no me la dais. Mi cuerpo es mejor que ese robot, no lo intentéis.

Pero los procesadores de las máquinas si son deseables para el humano. Así que quizás por el mero hecho de estar adaptándonos a un entorno dirigido con procesadores rapidísimos estamos desarrollando un cerebro que pueda gestionar este mundo que nos hemos puesto encima.

Pues a mi ya me ha crecido.