miércoles, 3 de agosto de 2016

Rango

Me gusta que me gusten pelis que no le gusten a nadie más. O, al menos, que la crítica las haya pasado por alto. Me hace sentir como que soy muy listo, como que nadie ha tenido la perspicacia, el olfato de gorrino, como para dar crédito a la trufa en cuestión.


Esta es una de esas trufas. Me gustaría hablar antes de nada del “apartado gráfico”, porque es algo desmesurado. El nivel de detalle que aquí se alcanza es altísimo y esta quizás sí merezca la pena tenerla en Blu Ray. Las demás molan porque las cajas de Blu Ray molan más, pero no es en absoluto necesario tenerlas en ese formato.

Rango es un camaleón doméstico. Al vivir dentro de una caja de cristal no tiene nada por lo que esforzarse en la vida, así que es, como ya habrás adivinado, actor. Va dirimiendo cuestiones de la obra que tiene entre manos cuando, de repente, el destino da el giro de acontecimientos que su obra de teatro necesitaba: el coche de sus dueños gira súbitamente y la caja de Rango cae, dejándole perdido en medio de una carretera en el desierto.

Se jodió la vida de Rango. Todo lo que daba por sentado había desparecido. ¿A quién le va a contar en medio del desierto que él es actor y que por eso deben respetarle? Es como esas personas que viven escondidas detrás de su tarjeta de visita pero cuando vuelven al pueblo siguen siendo el pringado que nunca han dejado de ser. Total, que Rango se ve desprovisto del barniz de la vida acomodada y tiene que salir adelante él solito.


Llega a un pueblecito y hace lo que lleva haciendo toda la vida: inventarse un personaje. De hecho él no se llama Rango, es un nombre que se pone para la ocasión. Se inventa un pasado, unas hazañas, una mitología... Alguno que me conozco hace esto. Vaya pájaro. Total, que la gente del pueblo, como es de pueblo, se traga el mondongo que allí les cuenta Rango y se creen que es un tipo formidable, como él ha dicho. ¿Por qué iba a mentir? Claro.

Tan de puta madre le salen las cosas a Rango que le nombran sheriff del pueblo, a pesar de que todo su mérito es haberse inventado su curriculum. Y Rango presume, con voz chulesca, de lo guay que es. Hasta que se ve envuelto en una oscura trama de intereses creados que le obliga, por si el destino no le había obligado lo suficiente, a coger la vida por las solapas.

Como siempre suele ocurrir, suele ser el más chungo de todos el que te pone contra la espada y la pared. Siento que yo cuando hago esto le hago un servicio a la gente, aunque, claro, no me lo agradezcan en su puta vida. Así que es el bandido de la zona, una serpiente de cascabel, el que desenmascara a Rango delante de todo el pueblo y le obliga a admitir que no es más que un triste farsante.

A mi me ha tocado hacer demasiadas veces de serpiente de cascabel. Pido el relevo. ¿Alguien? ¿Por allí al fondo? ¿No?


Gracias a la serpiente de cascabel y a la humillación que provoca en Rango, este se ve forzado a poner sus habilidades al servicio del bien, no a esconderse como un camaleón. Y la cosa le sale guay. Tanto, que es él el que acaba arrinconando a la serpiente de cascabel y la obliga a huir, despavorida, ante los grandes cojones que, de repente, han crecido en Rango.

Rango es una peli de una factura técnica extraordinaria. El guión es un pelín inconsistente, pero yo lo veo como una virtud, al no ser el texto tan cerrado que estamos acostumbrados a ver en las producciones de Hollywood. No tengo ningún problema con eso y he visto Rango innumerables veces, teniendo grabado en mi retina a Rango diciendo “Ponme a prueba” cuando la serpiente de cascabel le reta a dispararla. Don´t fuck with Rango. Ojo.

Niños, pedidle a Dios que os pase lo que a Rango. Rango era un botarate que, aparte de un actor flojito, era un melindres. Rango era de pitiminí. Pero después de su aventura por el desierto Rango es de acero forjado y encima se lleva a una piba muy guay que, bueno, aunque tiene ciertos ataques que le dejan paralizada de vez en cuando, es una piba de puta madre. A mi eso de los ataques me parece sexy, pero vamos, que aquí ya pa gustos colores. Yo es que soy un cabrón muy sofisticado. Me gustan las figuras de Lladró y los marcos rococó. Flipo con la delicadeza que te obliga a bloquearte, incluso físicamente, bajo presión. A mi me enamora.


Así que, chicas, si sois tan finas, tan sublimes, que os da miedo salir a la calle donde todo es violencia, caos y agresividad, estad tranquilas: en alguna parte hay un Jodido Hijo De Puta como yo que está deseando conoceros. Y que os ama precisamente por lo que vosotras os odiáis.

No cambiéis jamás.