lunes, 1 de agosto de 2016

¡Rompe, Ralph!

Yo de pequeño me habría hecho caca encima si hubiera tenido esta peli. Casi me la hago de mayor, imagínate de pequeño. ¿Pues no se han juntado en una peli todos los personajes de videojuegos que más molan y, bueno, y han salido en ella? Vaya toalla.


¡Rompe, Ralph! trata de un villano de videojuegos que está cansado de serlo. Está harto de las cosas que acompañan al hecho de ser el malo: rechazo, incomprensión y, por encima de todo, no poder nunca ganar una medalla, como hacen los héroes. A pesar de las reuniones de terapia con otros malos eso no le sirve de nada a Ralph, así que decide echarle pelotas e ir a buscar esa medalla con la que sueña.

Cuando uno deja de hacer Aquello Que Tiene Que Hacer ocurren cosas malas porque estás desafiando al mismo Creador. Es como nadar contra corriente, puede que avances pero vas a tener que poner mucho esfuerzo en ello. Por eso las cosas no tardan en torcérsele a Ralph y acaba varado dentro de un juego de karts, Sugar Rush.

Allí conoce a una encantadora (deliciosamente encantadora) Vanellope von Schweetz, una especie de vagabunda que, como Ralph, quiere romper el programa y ser lo que no es. En este caso su deseo es ganar una carrera de karts porque ella es lo que se conoce como un glitch, un error de programación en un videojuego. Así que como se entienden se ayudan el uno al otro.


¡Quién iba a pensar que el rey del reino de Sugar Rush no lo era porque así lo decía el programa, sino porque era un impostor! Era Turbo, el protagonista de un antiguo juego de carreras que, con la llegada de máquinas más modernas, había pasado al olvido. No pudiendo resistir su destino reprogramó Sugar Rush para convertirse él en rey y que la verdadera reina pasase a ser un simple glitch. Si no amas a Vanellope sabiendo esto tienes el corazón de una piedra muy dura, gusano.

Así que realmente Vanellope no estaba desafiando a su Creador, sino siguiendo los instintos que Él le sugería para que recuperase su puesto y que Su Obra volviese a tener sentido.

Yo soy muy amante de la filosofía, así que si me tiro el rollo vas a tener que aguantarte, porque puedo. Y te digo que las verdades más profundas no están en las coñacíííííííísimas películas iraníes, ni en el hiperrealismo alemán, ni en, por supuesto, Lars von Trier ni Wong Kar-wai. Esa gente, no sé, se tira demasiado el pisto para decir cosas que, lo siento, no son para tanto. Os dais demasiada importancia, tíos. De verdad, la vida es super sencilla. Las grandes verdades son elementales y no se puede ir muy más allá de ellas. Las cosas son sota caballo y rey. Os lo digo yo, tíos, confiad en mi. Sé mazo.

A mi me gusta decir que me gusta el cine de animación para tirarme un poco el rollo, es cierto. ¡Mira este tío, tan culto y resulta que le gustan los dibujos animados! ¡Qué tío! ¡Qué de sobrao va por la vida! Sí, lo admito, me encanta ver esa cara que ponéis.


Pero también os digo que la pose tiene fondo, porque realmente donde están las verdades duras, potentes de nuestro tiempo, a las que te puedes agarrar, es en, creedme, Disney Channel y poco más. Ahí es donde se escriben las cosas que realmente valen, como en otros tiempos las escribió, ya ves, Esopo. El puto tío que hacía fábulas de animales. Ya ves tú.

Así que si eres una persona normal y te gusta lo que le gusta a las personas normales, es decir, las pelis de Disney y de Marvel, enhorabuena. Estás viendo lo que hay que ver. Si, por el contrario, eres el típico piojo que tiene que dárselas de algo para que los demás tengan a bien mirarle un poquito porque hay que ver lo feo que eres, salao, igual estás viendo cine iraní. Bueno, no te voy a decir nada porque yo no hablo con piojos.