Ah, Sam & Max. El juego en el que
empezó a dejar de molar Lucasarts. A ver, no fue culpa de ellos, es
que... Es que la cosa va así. Ya lo dijo Sick Boy en Trainspotting:
hay un momento de la vida en que lo tienes, luego dejas de tenerlo,
dejas de molar y mueres.
Ese no es mi caso. Yo molo siempre, la
eternidad está de mi lado.
Es mi amiga porque la trato muy bien.
De eso trata todo en esta vida. De tratar bien a tu amiga.
No habrá mayor poder en el mundo para
obtener. Si tratas bien a tu amiga eres invencible. Punto.
No, queridos bonachones, por mucho que
ladréis si no tratáis bien a vuestra amiga vais a fracasar. El
fracaso está escrito en vuestras frentes. Ahí lo pone, claramente,
en comic sans: “Fracasados”.
Si hay que escribir “Fracasados”,
mejor hacerlo en comic sans.
¿No os parece?
Podría terminar de humillaros y
escribíroslo en helvética, ya que a la comic sans la tengo cariño,
por ser la fea. A mi la fea me seduce, me inspira.
Pero ya la helvética sería con el
mayor de mis desprecios, no regalándoos ni un poquito de cariño.
Hala, como una puta res, fuera de aquí. En helvética. Sin
personalidad.
¿Creo que vuestro fracaso exige
medidas tan graves? No. Después de todo, ey, tampoco ha sido para
tanto. Porque dejéis de molar un poco no pasa nada. Así queda más
para mi.
Pero eso de grabaros con un hierro
candente en la cabeza “Fracasados”, mmmm, me tienta. Por forma y
fondo.
Sam & Max mola mucho más que
vosotros, os da sopas con ondas en molonidad. Es, sencillamente, un
juego molón. Que Monkey Island 1 y 2 fueran la puta rehostísima
hostia no es culpa de Sam & Max, que sólo tuvieron la culpa de
que nosotros ya estuviésemos a otras cosas cuando aparecieron. ¿Eso
es un pecado? Imposible, eso no es así.
Sam & Max os peta el culo, niñatos,
porque dice groserías y no come muffins. Si os sueltan a Max en la
tetería de Malasaña os enseña lo que es molar dejándoos preñadas
a todas. Y de un solo lefazo. Como los grandes, tío.
Sam, bueno, probablemente os jodiera
vivos mientras hace como que es amigo vuestro. Un hijo de puta de
cuidado, el Sam.
Así que, mis queridos niños, ¿qué
armas tenéis en vuestro poder para resistir ante Sam & Max? Me
temo que no tenéis ninguna. Os pasarán por encima como un
torbellino y una apisonadora, los dos a la vez, en comandita, en
descerebrada armonía. Como dos 486 conectados en LAN.
Chico, no sé. Es que no sé qué
deciros. Es que no tenéis nada que hacer. Sam & Max fueron
diseñados para molar, ese era su objetivo, como el de Terminator era
matar. Son el Terminator de la molonidad. No sé, es que os veo ahí
con vuestros huertos urbanos y vuestros pantalones remangados y, por
si no fuera suficiente, lleváis unos zapatitos castellanos... Joder,
es que con los zapatitos castellanos ya os habéis pasado. ¿Pero no
sabéis que en los barrios de verdad, no como Malasaña que es de
juguete, te pegan por llevar esos putos zapatos? Es que... ¡Es que
es así! ¡Es que vais pidiendo que os partan la cara! ¿Es ese
vuestro propósito final?
Ah, que es ese. Vale, vale. No, ya lo
había yo notado por esos exagerados tatuajes portuarios, como
disfrazándoos de hombres. Lo que estáis buscando es ser un hombre.
Por eso lo de suplicar que os partan la cara, lo de los tatuajes con
los que obtenéis una masculinidad prefabricada... Vale, vale.
¡No, coño, es que si no os explicáis
no os entiendo! ¡Joder, que no soy adivino! Molón, todo lo que
quieras, pero adivino no.