Mientras os escribo, casi
epistolarmente, escucho a una pareja de vecinos discutir. ¡Qué tino
el mío! Estos vecinos se deben haber mudado hace poco, porque hace
poco que les oigo. Las semanas pasadas sólo les oía follar.
“¡Aaaaaaah! ¡Aaaaaaah! ¡Aaaaaah!” Que sí, zorra, que ya noto
que te gusta mucho. No hace falta que grites tanto, mirándote a la
cara ya se ve que eres una zorra.
Se supone que oír follar a unos
vecinos mientras yo me mato, literalmente, a pajas, me ha de hacer
sentir humillado. Mira estos, ahí folla que te folla y tu
pelándotela, como un fracasado. Mmmmmm. Si tuvieras los sentidos tan
finos como yo no pensarías eso. Pensarías lo que pensé yo: “Estos
no duran”.
Demasiado teatro. Demasiado gritar.
Esos gritos ocultaban algo terrible, todavía no manifestado. Ese
placer era demasiado superficial como para que yo sintiese envidia
por él. ¿Por qué a la gente le gusta tanto quedarse en la
superficie? Porque si empiezan a bucear empiezan a discutir, como les
está pasando a estos dos gilipollas, que están discutiendo, ahora
mismo, en directo. Está pasando, lo estás viendo.
Total, que aquel follar casi constante,
aquellos gritos de putilla escondían que en el fondo no se
entienden. Y que como dos gilipollas se han ido a vivir juntos sin
haber resuelto unos cuantos cabos que todavía están sueltos y que
ya te digo yo que acusándose el uno al otro de cosas no van a lograr
resolver.
Ella es como más sensata, más
inteligente. Se nota por el tono de voz que ahí la lista es ella. Él
es un idiota, un tipo que no sabe la suerte que tiene de haber
engañado a esta pobre mujer para que se vaya con él. Los argumentos
de él son de arrabalero, de niño subnormal que se encierra en sí
mismo y se niega a madurar. Los de ella intentan abrir el cerco pero
fracasan, porque de abrirlo se contemplaría el pastel en toda su
crudeza: que este tipo es idiota y estoy mejor sin él.
¡Así que menos lobos, gilipollas! ¡Yo
me estoy matando a pajas, pero precisamente porque soy lo
suficientemente listo como para no meterme en la piscina de golpe,
sin haber hecho la digestión! Antes de irte a vivir con alguien a
molestar a un vecino que pretende escribir para unos amigos tienes
que poner en orden unas cuantas cosas. Primero contigo mismo y luego
con aquel con el que te vayas a ir a vivir. Si no me temo que vas a
acabar como estos dos mequetrefes, haciendo el ridículo ante un
vecino que está escuchando, en primicia, todas vuestras miserias.
Ah, y se me olvidaba: los que sabemos
follar lo hacemos en silencio, intensamente. Te ponemos los ojos en
blanco, zorra, mientras te tapamos la boca con un puto trapo porque
el único que tiene que saber aquí que eres una zorra soy yo. Ante
los vecinos ya puedes comportarte como una dama si quieres que yo te
siga respetando. Si no, puerta.
Quería dejar esto claro. Aunque sólo
sea por capricho.
Showgirls. Pues eso, de una tía que se
mete en el mundo del streaptease y que qué mundo. Uy, cuántas
bajezas. Cuántas puñaladas. La prota es Jessie Spano de Salvados
por la Campana y luego salió en La Maldición del Escorpión de Jade
de Woody Allen. Allen también tomó a Kelly Kapowski para Un Final
Made in Hollywood, también con los tetones operados. De Zack no se
ha sabido nada más. Que se joda, por rubiales listillo.
Pero vamos, que a lo que voy: que mucho
ruido y pocas nueces. Hay más intensidad cuando yo me rasco el
paquete que cuando vosotros montáis el mejor de vuestros numeritos,
vecinitos. Y esto es debido a que sois dos idiotas, y los idiotas no
pueden sino follar mal. Fin de la cita.