martes, 9 de agosto de 2016

Terminator 2 El juicio final

¡Arrea! ¡El puto as de bastos! ¿Qué hacemos contra esto? No tengo ni puta idea.


Terminator 2 es la protopelícula, la película que más mola del mundo. Lo tiene todo. Es redonda sin saber dulce. Y para que a mi una cosa me parezca redonda sin saber dulce tiene que ser muy la polla.

Bueno, qué os voy a contar, si la gente sabe más de Terminator que del Quijote. Cosa normal, por otra parte. Pero, ei, tengo respeto por los clásicos. Mi condescendencia hacia ellos es un fino guiño que ellos, como clásicos, saben entender.

Como ves yo me codeo con la crème de la crème.

Nada de pastelitos. Caviar.


Por eso, por genética, tengo que apreciar lo exquisito sin recurrir al azúcar. Hombre, ¿a quién no le gusta el azúcar? Decir que no es una impostura que me saca de mis casillas. Pero, poniéndonos finos, en plan chef de Ratatouille, porque no nos vamos a pasar la vida haciendo perritos... El azúcar es facilón.

Terminator 2 te deja como si te acabaras de comer un Tigretón pero en realidad es brócoli. ¿Cómo te quedas? Yo de pasta de boniato, por eso no paro de verla.

Desprecio un poco a los cocineros, cocinen lo que cocinen, que para encandilarte recurren a tu gula. ¡Ah, querido! ¡Eso es hacer trampa! ¡Úsalo, pero pronto se van a empalagar y se van a buscar otro restaurante mejor! ¡Y acabarán viniendo al mío, para mi flagrante regocijo!

Yo es que si soy algo, soy flagrante.

Selsenaguer en esta peli mola muchísimo porque se interpreta a sí mismo. Eso es lo que puede ofrecer al mundo Selsenaguer en su más pura forma: completa y total lealtad y una fuerza física implacable. Terminator 2 mola tanto porque vemos muy claramente la parte más pura de aquí el amigo Governator.

Vamos, a mi en esta película me cae de puta madre. Si fuera así todos los días sería mi mejor amigo.

Normal que John “¡Dinero fácil!” Connor se lleve tan guay con él. ¡Coño, normal! ¡Menudo colegazo! Su misión en la vida es protegerte y encima le puedes enseñar cosas guays sobre el vuelo de las mariposas y otros refinamientos. Vamos, quítame a todos los podemitas del mundo. Te escojo a ti, Arnold.

Y nada, que es una putada cuando, por imperativos de la misión, Arnold tiene que morir. Efectivamente, todavía queda un chip. Y está en tu cerebro. Sé lo que tengo que hacer pero me cuesta mucho hacerlo. ¿Lo entiendes, Arnold?

Sí, sé que todo va a estar bien. Gracias por tu pulgar hacia arriba mientras te disuelves en ese pozo de llamas en el que te acabo de meter.

Vaya movida. Vaya final. Te quedas roto.

Por otra parte, que en un soldado tan definitivo como el T-1000 veamos alma tiene mucho, mucho, mucho de bueno. Esta es la exquisitez sin azúcar de la que hablaba yo.

¡Amigos hipsters! ¡Cuánto despreciáis a Jack Nicholson en Algunos hombres buenos! ¡Qué insultantemente infantiles sois! ¿Es que no sabéis que alguien tiene que protegeros para que vosotros os hagáis los hombres dejándoos barba? No podéis valeros sin él pero tenéis la osadía de despreciarle. ¡Yo os maldigo! Quizás cuando sepáis sacaros las castañas del fuego podáis prescindir de Jack Nicholson en Algunos hombres buenos, pero mientras tanto me temo que le debéis algo de agradecimiento a aquel que se mancha las manos de sangre por vosotros y encima tiene la auténtica hombría de no exigir recompensa.


Tíos, no os engañéis: el T-1000 siempre ha estado ahí. Sin él no podríais haber llegado hasta aquí. Os hubieran aplastado las circunstancias. Quizás no os dabais cuenta de que estaba porque su recompensa no está en vuestro agradecimiento, que no estaría mal que compartieseis con él, malditos niñatos. Su recompensa está en hacer lo que tiene que hacer.

Y eso, mis queridos hipsters, os queda demasiado grande todavía.